Es una cruz negra de Chile, que proviene de una familia que no presenta una fe católica viva y fuerte, pero sin embargo los planes de Dios eran otros, a los 16 años conoce el movimiento y la Mater lo coge para educarlo. En la universidad forma un grupo de vida que se reúnen el Santuario de Schoenstatt de Bellavista. Con la ayuda de un Padre desarrollan una espiritualidad a prueba de la contingencia diaria de la gran ciudad, la que debe ser mariana y especialmente orientada hacia el varón, en unión y en alianza.
"Como María, cáliz vivo portador de Cristo"
"Si tu vas conmigo, nada temo"
"Cristo nos atrae hacia sí, hacia el sagrario, y baja hasta nosotros. El hijo de Dios es nuestro mediador"
Nace en 1931 en Santiago de Chile, Mario Hiriart. Sus padres no presentan una fe católica viva y fuerte. Los primeros 14 años viven en las cercanías del centro cívico de la ciudad junto a los abuelos.
En el cercano colegio, el flemático y tranquilo Mario encuentra pronto amigos. Como ratón de biblioteca y persona ordenada integra siempre el grupo de los mejores de su curso. Se perfila una vida normal y más o menos exitosa. Los planes de Dios para con este avispado jovencito son otros - no será una vida desapercibida y común. Antes de que él tome conciencia de ello, la Mater lo coge para educarlo.
Con 16 años él conoce el Movimiento de Schoenstatt. Comienza a escribir diarios de vida y a explorar en su vida interior. En la Universidad Católica fundan un grupo de estudiantes, forjan ideales y planes futuros de contribuir en su condición de ingeniero en la renovación y modernización cristiana de su país.
Con determinación todos los miembros del grupo se disponen a entregarlo todo para la renovación de la sociedad, suceda lo que suceda. Algo retirado de Santiago se reúnen estos jóvenes en torno a una pequeña capillita de la Virgen, el Santuario de Schoenstatt de Bellavista. Con la ayuda de un Padre desarrollan una espiritualidad a prueba de la contingencia diaria de la gran ciudad, la que debe ser mariana y especialmente orientada hacia el varón, en unión y en alianza.
Perdidamente enamorado: "En aquel verano, después de dar el Bachillerato, me encontré en La Serena con ella. No me di cuenta en un comienzo que me había enamorado: desestimé esos sentimientos como un cariño protector. ¡Por Dios qué farsante fui y así Madrecita, Tú lo sabes muy bien, me fui enamorando terriblemente". Conocer a Alicia - su nombre - desata en nuestro joven a las puertas de su ingreso a la universidad, un terremoto afectivo: "por primera vez toda la potencia del amor humano". Desvalido debe experimentar que sus esquemas de conducta vividos a la fecha no logran extraerlo de la confusión en que se encuentra. Más de cinco años lucha en su interior con esta decisión. En 1955 él siente: debo dar el salto!
Salto mortal hacia los brazos del Padre: En su cama, tras largas horas de insomnio Mario toma en la noche del 09 al 10 de mayo de 1955 una determinación similar a un salto mortal, hacerse Hermano de María.
Nuevas sorpresas y sobresaltos no escasean. A su madre le diagnostican cáncer al pulmón. Ni su padre ni su hermano mayor desarrollan la fuerza para atender a la madre enferma. Así Mario se encuentra confrontado, como joven ingeniero de 25 años a cumplir en su quehacer profesional y cuidar de su madre. Una alegría desbordante constituye para él cuando su madre accede a recibir los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.
Aliviada, fallece a comienzos de agosto de 1956. En este tiempo Mario participa de un grupo de diez jóvenes que se interesan por los Hermanos de María. Existen fuertes diferencias de opinión al interior del grupo respecto de cómo debe ser el estilo de vida a llevar. El Padre que guía al grupo no tiene ideas claras en relación a un Instituto Secular Masculino.
Cuando surge la posibilidad de participar de una formación para Hermanos de María en Brasil, sólo uno toma su mochila, Mario! Como único sudamericano convive tan sólo con alemanes. Diferencias de mentalidad y problemas de comunicación marcan esta primera etapa. Poco a poco se va incorporando y aprende a valorar y amar a su "nueva familia". A comienzos de 1960 regresa a Chile.
En vez de elegir un trabajo estable y bien remunerado, se decide por la cátedra y por la formación de la juventud. Gracias a estos innumerables saltos de confianza en situaciones difíciles, Mario posee algo que regala a las personas de su entorno.
Encuentra cobijo en las paternales manos de Dios, irradia profunda paz y con ello puede servir desinteresadamente al prójimo.
En muchas oportunidades Mario ofrece su vida a la Virgen, a quien amaba profundamente, por la materialización de sus planes respecto del Movimiento de Schoenstatt.
Tenía la convicción de que hasta el más insignificante de los acontecimientos de la vida diaria tiene un sentido sobrenatural, es una realidad total; si no lo contemplamos con los ojos de la Fe, la vemos deformada.
Encarnó su IDEAL PERSONAL con una visión sobrenatural del sufrimiento y abrazó a la cruz.
Cristo hace a sus seguidores 2 llamados: el primero es la purificación por el amor y el segundo es la purificación por el sufrimiento. Debemos tener la voluntad de ser otro Cristo, también otro Cristo sufriente.
Mario tiene la ferviente resolución de darse entero a Él, como María. Incluso dar la vida. Ofrece su entrega absoluta en manos de la Mater para salvar a otros y especialmente para atraer almas al Reino de Amor de Schoenstatt.
En 1964 su ofrenda es tomada en serio. En el trayecto entre Chile y Schoenstatt, Alemania, pasa por Estados Unidos, donde visita al Padre Kentenich, un médico le diagnostica cáncer al estómago. Tras unos encuentros con el Fundador debe ser internado en un hospital para ser sometido a tratamiento. Mario de 33 años, colmado de deseos de vivir y afán de actividad debe una última vez soltarlo todo y saltar a los brazos de la Virgen y del Padre. Sin alcanzar Alemania, con paz en el corazón y una sonrisa en sus labios, expresión de su felicidad interior, fallece el 15.07.1964 en el hospital de Milwaukee.
“Así, nuestra Alianza de Amor, nuestras consagraciones, no son puramente algo personal, sino nos incorporan también a una familia; y nuestra vida de Alianza, nuestra vida de consagración a María redunda en bien o en perjuicio de todos aquellos que en cualquier parte del mundo han sellado también esa Alianza. Con nosotros y por nosotros vive la Familia de Schoenstatt, toda: su vida depende de mi vida; su Alianza depende de mí Alianza; el amor familiar, el espíritu de familia en Schoenstatt depende de mi amor a la Familia y en ella (…)” 19.05.1962